El tercer nombre del emperador by Víctor Conde

El tercer nombre del emperador by Víctor Conde

autor:Víctor Conde [Conde, Víctor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T05:00:00+00:00


* * *

Evan la condujo a través de los alveolos de metal que sostenían el edificio. Los trajes llevaban incorporado un pequeño suspensor gravítico que utilizaba la enorme masa de los andamios para generar una fuerza de reacción, lo que les permitía avanzar.

Sortearon juntos una telaraña de titanio quebrado que rotaba suavemente, expresando los gemidos regurgitados por los armónicos en leves vibraciones que cosquilleaban como la caricia de un niño. El efecto de marea de presión diferencial hacía que el andamiaje tolerase diferentes velocidades angulares en distintos puntos de su estructura. Un disipador inercial, una enorme grúa contrapesada cuyo brazo se curvaba como la garra de una bestia gigantesca, cambió de posición para contrarrestar calladamente una onda anormal de velocidad proveniente de una rejilla superior.

Evan guió a su protegida (secuestrada, pensó que sería el término más adecuado) a través del brazo, usándolo como impulsor. Pronto dejaron atrás el andamiaje central y flotaron con elegancia en medio de la nada. Fedra, aterrorizada, se aferró a su torso con tal ímpetu que Evan temió por su equilibrio. Rezó para que no tuviera vértigo o que un repentino mareo la condujese a las náuseas, ya que los trajes no disponían de sistema de drenaje. Los dos se convirtieron en una mota de polvo que volaba a mucha distancia de ningún sitio.

Detrás quedaba la telaraña del conjunto central con sus dos torres gemelas. La enorme antena principal de conexión LR apareció detrás de una red de vigas de titanio, orientada con absoluta precisión a la lejana Hayama-Lindemberg. Una pequeña constelación de corpúsculos refulgió un instante contra las nieblas perennes del anillo del planeta cercano.

Evan trató de fijar la vista en aquellos lejanos objetos flotantes.

—Son las cosas de mi habitación —dijo—. Mis trajes. Mi computadora. En ella guardaba los programas de intrusión.

—¿A… a dónde diablos vamos? —preguntó la becaria, temblando.

—Hacia allí —señaló el soldado. Hacia ellos se acercaba velozmente una plataforma plana sobre la que se desarrollaba una fiesta de hologramas. Detrás, camuflada por varios hangares y los centelleos de propulsión de pequeñas cápsulas obrero, había una pista de aterrizaje, y una nave posada, la pinaza que el Instituto Anjou había fletado para uso del grupo pentaísta.

—¿Qué ha pasado con mi ninot? —explotó Fedra, sin poder aguantarlo más. No se percató del uso del posesivo.

—Lo he lanzado lejos, a un repetidor de la nube de Oort. De allí lo pescarán probablemente en la red de antenas del Suq, el zoco de los cambistas.

—¿Y, por Dios santo, por qué?

—Eso debería preguntártelo yo a ti —contraatacó Evan. Girando sobre sí mismo, frenó la caída con el repulsor del traje y aterrizó graciosamente sobre la plataforma, recogiendo a Fedra en sus brazos. Llevándola en volandas, corrió por el centro de la etérea celebración, atravesando a los invitados e ignorando sus perfectas composiciones de asombro.

—¿A mí? —La desesperación de la becaria rozaba el paroxismo.

—Vi lo que estabas haciendo cuando entraste en el biotopo fractal —explicó él, atravesando a un sultán de turbante acabado en una cola serpenteante, que reaccionó a su paso encabritándose como una serpiente.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.